El mundo es cada vez más consciente del impacto ambiental que reside en nuestras decisiones. Como respuesta a eso, hay proyectos que se atreven a liderar esta negativa a contaminar. Uno de ellos nace en Punta Cana: Larimar City & Resort, siendo un ejemplo tangible de cómo se puede construir una ciudad moderna sin renunciar a la sostenibilidad.

A primera vista, Larimar deslumbra por su arquitectura vanguardista y su privilegiada ubicación. Pero indagando un poco más, lo importante de su esencia no está en lo que se ve, sino lo que está en su corazón: una apuesta por el equilibrio entre el confort humano y el respeto por la naturaleza.

Desde sus primeros diseños, Larimar fue concebida como una ciudad verde, comprometida con la protección del entorno y la optimización de los recursos naturales, no siendo nada de esto una promesa vacía ni una estrategia de marketing: es una realidad que se materializa en cada rincón.

Uno de los pilares de esta visión sostenible es el uso de energías renovables. Larimar está dotada de una infraestructura que permite generar energía limpia, reduciendo la huella de carbono de sus residentes. Incluye sistemas de energía solar, integrados de manera inteligente en la arquitectura urbana, y otras fuentes renovables que otorgan un abastecimiento eficiente y responsable.

Otro de los grandes ejes de la sostenibilidad en Larimar es el tratamiento y reciclaje del agua. Reutilizan el agua residual y lo aprovechan para fines no potables como el riego de jardines, la limpieza de espacios comunes o el mantenimiento de sus playas artificiales. Este sistema reduce el consumo de agua potable y minimiza el impacto ambiental en la zona, protegiendo los recursos naturales y promoviendo una cultura de responsabilidad hídrica entre los habitantes.

Además, la ciudad ha sido diseñada para que no sea necesario depender del coche. Amplias zonas peatonales, ciclovías y un sistema de transporte interno eficiente permiten moverse con libertad y sin emisiones.

La planificación urbana también ha respetado los ecosistemas existentes. Debajo del acantilado, por ejemplo, se ha preservado un cordón ecológico protegido. El crecimiento urbano no tiene por qué significar destrucción del entorno.

Esta es una región donde el desarrollo turístico ha ignorado las consecuencias ambientales, y Larimar propone un camino diferente: el de una ciudad que convive con su entorno, lo valora y lo protege. Esto la convierte en un modelo replicable para futuras ciudades del Caribe y del mundo.

Larimar demuestra que es posible construir sin destruir, crecer sin contaminar y avanzar sin olvidarse de la naturaleza.