El caballo desempeñó un papel fundamental en las culturas celtas, que lo veneraban tanto como símbolo de poder y estatus como en el ámbito espiritual. Para los celtas, que habitaron gran parte de Europa desde la Edad de Hierro hasta la época romana, el caballo representaba fuerza, nobleza y conexión con lo divino. Este animal no solo era esencial para el transporte y la guerra, sino que también tenía un profundo significado mitológico.

El caballo como símbolo de poder y estatus

En las sociedades celtas, poseer un caballo era un símbolo de riqueza y prestigio. Los utilizaban en la guerra, el comercio y la agricultura, pero también se consideraban un reflejo del poder personal y la nobleza de su dueño. Los guerreros celtas se destacaban por el uso de caballos en el combate, especialmente en carros de guerra. Estos carros, tirados por caballos, eran una herramienta clave en la táctica militar celta, porque permitían movimientos y ataques muy rápidos. El dominio del caballo en batalla elevaba el estatus de los guerreros a los ojos de su comunidad.

La diosa Epona

Uno de los aspectos más singulares de la relación de los celtas con los caballos es su veneración de Epona, la diosa del caballo. Epona era una de las deidades más importantes en el panteón celta y estaba estrechamente vinculada a la fertilidad, la protección y los viajes. A menudo representada a caballo o rodeada de equinos, Epona era invocada tanto para la protección de los guerreros y sus monturas como para garantizar la abundancia de las cosechas y la prosperidad general. Su culto era tan influyente que incluso fue adoptado por los romanos tras la conquista de tierras celtas.

Conexión con el más allá

En la mitología celta, el caballo también estaba relacionado con el tránsito entre mundos. Los caballos eran vistos como guías hacia el inframundo y los reinos espirituales. En muchas leyendas, héroes celtas montan caballos para atravesar el velo entre el mundo de los vivos y el más allá.