En el mundo hípico hay marcas que no necesitan grandes presentaciones. Su reputación habla por ellas. Una de estas es Bruno Delgrange, una maison francesa que desde hace casi cinco décadas fabrica algunas de las monturas más apreciadas del panorama internacional… y que hoy acompaña a jinetes que son parte de la élite del Salto, como el colombiano Juan Manuel Gallego, nuestro Chacco Rider.
Pero para entender qué convierte a una Delgrange en algo más que una montura, hay que volver al origen de la marca.
Bruno Delgrange no comenzó su vida profesional soñando con convertirse en maestro guarnicionero. De hecho, estudió veterinaria y fue profesor titulado de equitación antes de que el oficio del cuero lo atrapara para siempre. Su formación en una prestigiosa casa parisina del Faubourg Saint-Honoré marcó el comienzo de una carrera singular.
En 1976 fundó su propia guarnicionería: un taller modesto que, de no ser por su carácter obsesivo por el detalle y la funcionalidad, jamás habría llegado a donde está hoy. Delgrange dedicó décadas a perfeccionar la montura deportiva moderna, diseñando modelos que más tarde inspirarían a muchos competidores del sector. El resultado: sillas que combinan rendimiento de primer nivel con la estética y el refinamiento de la marroquinería francesa.
Un sello reconocido en las pistas del mundo
Las monturas Bruno Delgrange se distinguen por su equilibrio, su adaptabilidad y la sensación de contacto que proporcionan. No es casualidad que muchos jinetes internacionales recurran a ellas buscando comodidad, estabilidad y elegancia.
En ese selecto grupo se encuentra Juan Manuel Gallego. Para un jinete tan técnico y meticuloso, la montura no es un simple medio para montar a un caballo: es lo que forma parte del rendimiento como binomio, y su elección de Delgrange dice mucho sobre lo que busca a diario.
Artesanía genuina
Uno de los estándares de la marca es su voluntad de mantener un proceso de fabricación artesanal, completamente manual y centrado en la excelencia. Sus maestros guarnicioneros se forman dentro de la propia casa, siguiendo una tradición que se transmite de mano en mano.
Cada montura está elaborada a partir de cuero natural de máxima calidad procedente de curtidurías francesas, italianas y británicas. La producción anual es limitada: cada silla es tratada como una pieza única, ajustada a las necesidades del jinete y, sobre todo, a la morfología del caballo. Este trabajo meticuloso ha permitido que la maison obtenga el sello EPV, una distinción francesa reservada a empresas con un saber hacer excepcional.
La personalización es otro de sus fuertes: desde el asiento hasta los faldones o las costuras, cada detalle puede adaptarse a su poseedor.
Innovación al servicio del caballo
La marca trabaja constantemente en mejorar la ergonomía, la distribución del peso y la estabilidad, siempre con un objetivo claro: respetar al caballo y favorecer su comodidad y locomoción. Por eso sus monturas son muy apreciadas en caballos con un dorso sensible.
Bruno Delgrange mantiene firme su apuesta por la pieza artesanal, por el trabajo bien hecho y por una calidad que no se negocia. Y quizá por eso sus monturas siguen presentes en los palmareses más exigentes.

















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