Montar a caballo es una de las actividades más completas tanto a nivel físico como mental, y puede disfrutarse desde la infancia hasta la tercera edad. Sin embargo, cuando llega el embarazo, surgen inevitablemente dudas sobre si esta práctica es segura o recomendable.
La respuesta no es absoluta: depende de múltiples factores, como el estado de salud de la gestante, el trimestre del embarazo, el tipo de monta y el nivel de experiencia ecuestre.
Durante el primer trimestre, el riesgo principal no suele derivar del ejercicio en sí, sino de posibles caídas o golpes abdominales, que podrían poner en peligro el desarrollo del embrión.
Aunque una amazona experimentada mantiene mejor el equilibrio y conoce las reacciones de su caballo, ningún jinete está completamente libre de imprevistos.
En el segundo y tercer trimestre, además, el cuerpo cambia notablemente: el centro de gravedad se desplaza y las articulaciones se vuelven más laxas por efecto de las hormonas, especialmente la relaxina. Esto puede dificultar mantener una postura estable y aumentar el riesgo de lesiones en la pelvis o la espalda.
Por todo ello, la mayoría de ginecólogos y especialistas en medicina deportiva recomiendan suspender la equitación activa durante el embarazo, o al menos adaptarla, sustituyendo la monta por trabajo pie a tierra, ejercicios de doma en cuerda o actividades ecuestres sin impacto.
Equitación adaptada para mujeres embarazadas
En los últimos años, algunos centros ecuestres especializados han desarrollado programas de equitación adaptada para mujeres embarazadas, bajo supervisión profesional y médica.
Estas sesiones no consisten en montar a caballo de forma tradicional, sino en ejercicios de equilibrio, respiración y conexión con el caballo, a menudo con la amazona sentada en la montura a paso muy lento, o incluso junto al animal, trabajando la postura y el movimiento pélvico.
El objetivo no es el rendimiento deportivo, sino mantener la movilidad, fortalecer el cuerpo y favorecer el bienestar emocional.
Diversos estudios y programas de fisioterapia ecuestre señalan beneficios potenciales cuando la actividad está supervisada por un profesional de la salud y un instructor especializado:
• Fortalece la musculatura del suelo pélvico, fundamental para el parto y la recuperación posparto.
• Mejora la postura y el equilibrio, al trabajar el control del tronco y la conciencia corporal.
• Favorece la circulación sanguínea y la movilidad pélvica de manera suave.
• Disminuye el estrés y la ansiedad, gracias al contacto con el caballo y la naturaleza.
• Fortalece el vínculo emocional entre madre y bebé, al fomentar la calma, la respiración consciente y la sensación de armonía.
Por supuesto, cada caso debe evaluarse individualmente. Es imprescindible consultar al ginecólogo antes de continuar o iniciar cualquier actividad ecuestre durante el embarazo, y comunicar cualquier molestia, mareo o contracción durante el ejercicio.

















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