En la práctica de la equitación, existen principios que, aunque aparentemente sencillos, encierran una profunda sabiduría. Uno de ellos, conocido por todo jinete que busca perfeccionarse, es la combinación de la rienda exterior y la pierna interior. Este concepto, más que una simple técnica, representa la clave para que el binomio esté en plena sintonía.

La rienda exterior no solo guía, sino que también estabiliza y mantiene al caballo en el trazado correcto. Es la comunicación que marca los límites y ofrece dirección, estableciendo un canal de confianza entre jinete y montura. Por otro lado, la pierna interior impulsa, da energía y estructura la dirección deseada. Ambos elementos, trabajando en sincronía, logran un balance que permite al caballo moverse con fluidez y de acuerdo con lo que se le pide.

Este principio trasciende la técnica, ya que enseña la importancia del equilibrio en la vida: saber cuándo sostener y cuándo empujar, cuándo ser firme y cuándo ceder. Es una metáfora de la relación entre control y libertad, aplicable no solo a la equitación, sino también a la vida en general.

Practicar esta combinación requiere paciencia, práctica y, sobre todo, sensibilidad hacia el caballo.

¿Y a ti, cuántas veces te ha dicho tu entrenador esta frase?

-Redacción por Cristina Prado-