En el Hospital de Calais, Francia, hay un «médico» muy especial que no necesita título para ejercer. Se llama Peyo, tiene quince años y es un caballo con un don extraordinario: elige a sus pacientes. En el centro de oncología pediátrica y cuidados paliativos, Peyo se ha convertido en un aliado único para aquellos que luchan contra el cáncer.

Su labor es simple, pero profundamente conmovedora: aliviar el dolor y la ansiedad de quienes enfrentan esta difícil enfermedad. Peyo no se acerca a todos; es selectivo y solo se aproxima a aquellos que, según su instinto, necesitan su presencia. Es entonces cuando se transforma en un animal protector y lleno de empatía.

Hassen Bouchakour, su entrenador, fue quien descubrió lo especial que era Peyo. Observó cómo su comportamiento cambiaba al estar cerca de personas que sufrían y comenzó a investigar qué lo hacía tan diferente. Así, comprendió que su actividad cerebral era única: Peyo nació autista y posee una capacidad asombrosa para detectar, de manera instintiva, tumores y cánceres en los seres humanos. Un don que llevó a Hassen a adentrarse en el mundo de la medicina, decidido a utilizar el talento de Peyo para ayudar a los demás.

Cada día, Peyo recorre el hospital guiado por su intuición. Se detiene frente a las habitaciones, levanta la mano e indica a su entrenador dónde se necesita su presencia. Es entonces cuando entra en acción, acercándose al paciente con una calma indescriptible y lamiendo las zonas afectadas por el cáncer, como si, con su gesto, pudiera aliviar el dolor de quienes atraviesan sus momentos más difíciles.

Peyo ha cambiado la vida de aquellos que han tenido la suerte de conocerlo, dejando una huella imborrable en sus corazones.

Créditos fotográficos – Jérémy Lempin