Tener un caballo en propiedad es el sueño de cualquier aficionado a la equitación, ya sea deportiva o de ocio. Y, sin duda, es una experiencia maravillosa.
A simple vista, el caballo nos cautiva con su imponente belleza atlética, sus elegantes movimientos, sus crines y su cola flotando en el aire. Además, de cerca, es un animal noble, voluntarioso e inteligente. El caballo lee a las personas, se sincroniza con ellas y es capaz de forjar un vínculo de confianza muy especial con su propietario.
El viaje de conocer a nuestro caballo está lleno de aprendizajes y grandes satisfacciones. No solo aprendemos sobre el equino en sí —cómo piensa, qué necesita y cómo se mueve—, sino también sobre nosotros mismos. Nos obliga a conectar con nuestra esencia más profunda para establecer una buena comunicación con nuestro caballo, positiva y basada en el respeto mutuo.
Cada pequeño avance en su entrenamiento es una satisfacción; cada galope, un momento de gran alegría y libertad, y cada prueba deportiva superada con éxito, un momento de agradecimiento único hacia la otra parte del binomio.
Pero también es una montaña rusa de emociones. Porque hay días en que ese ejercicio no sale y nos frustramos. Hay días que tenemos prisa y nuestro compañero no está colaborativo o tiene otro plan. Y luego hay veces que nuestro caballo está enfermo o lesionado.
Sí, los equinos son seres tan grandes como delicados. Los cólicos, las cojeras, los abscesos, los cortes, etc. son más frecuentes de lo que nos gustaría. Ver a tu caballo con dolor, apagado o lesionado es un momento triste y a veces acarrea cierto sentimiento de culpabilidad. ¿Estará cojo por exceso de entrenamiento? ¿Le habrá dado un cólico porque no lo muevo lo suficiente y lo estoy alimentando mal? ¿Se habrá hecho ese corte porque no supe decirle por dónde pasar?
Tener un caballo en propiedad en maravilloso. Sí. Pero no todo va a ser siempre de color rosa y debemos ser capaces de cabalgar por esa montaña rusa de alegrías y sinsabores. Debemos estar por ellos cuando nos necesitan, porque ellos están ahí cuando los necesitamos.
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