En el amplio panorama de la genética equina, un linaje sobresaliente destaca como pionero de la estirpe contemporánea: el Caballo Plebeyo. Surgido en las tierras de Popayán bajo el cuidado de Milo Sarria, este ilustre corcel queda grabado en los anales de la historia como uno de los progenitores fundamentales que han modelado nuestra genética actual. Aunque su ascendencia se desvanece gradualmente, su legado perdura, resonando en el ADN de la nobleza equina.

Los Chucuanos, conocidos así, eran criaturas de menor estatura pero de un brío inigualable. Su fenotipo distintivo, con una cara ligeramente achatada y una marcha firme, los marcaba como precursores del Paso Fino. Su legado, basado en la flexibilidad de sus extremidades posteriores y la resonancia de sus pasos, es un homenaje a la diversidad genética que enriquece la estirpe equina.

El Caballo Plebeyo, descendiente directo de los Chucuanos, halló su destino en suelo estadounidense. Allí, su cruce con yeguas de variados linajes marcó el inicio de una dinastía incomparable. A pesar de los desafíos del mestizaje genético, el Plebeyo se destacó como un gigante en el mundo del Paso Fino, dejando un linaje de distinción y energía.

La longevidad del Plebeyo, un rasgo distintivo de su estirpe Chucuana, asombra incluso en sus últimos días. A la venerable edad de 33 años, aún irradiaba vitalidad y alegría, testamento viviente de su noble linaje. Aunque su presencia se desvanece gradualmente, su legado perdura en las escasas ramas genéticas que aún florecen.

En su travesía por el Norte, el Plebeyo allanó el camino hacia la diversidad genética, preservando la esencia del Paso Fino para las generaciones venideras

En el intricado mundo de la genética equina, el legado del Caballo Plebeyo perdura como un homenaje a la diversidad y la excelencia. En sus pasos resonantes y su figura inconfundible, se entrelaza la historia de una estirpe que desafió los límites del tiempo y el espacio, dejando una marca indeleble en el corazón de los apasionados por los caballos.