Convertirnos en una figura de referencia para nuestro caballo no es algo que se logre de un día para otro; es el resultado de tiempo, constancia y coherencia en cada una de nuestras interacciones con él.
Para que el caballo nos vea como un referente, lo primero que necesita es confiar en nosotros.
Esa confianza se construye siendo previsibles, justos y claros en lo que pedimos. Si cada vez que nos acercamos lo hacemos con calma, transmitiendo seguridad y respeto, el caballo empezará a relajarse a nuestro lado.
Además, es fundamental que nuestras señales sean siempre consistentes y que nuestras respuestas a su comportamiento sean firmes, pero equilibradas.
En el mundo del caballo, el liderazgo no se impone por la fuerza, sino que se gana con actitud, presencia y una energía tranquila pero decidida.
Pasar tiempo de calidad juntos —no solo montando, sino también pie a tierra, caminando, cepillándolo o simplemente estando presentes— fortalece ese vínculo.
Un buen indicador de que vamos por el camino correcto es cuando un caballo, con solo oír nuestra voz o pasos, ya sabe que somos nosotros.
-Redacción por Cristina Prado-
0 comentarios