A veces pensamos que salir al campo no es más que pasear con riendas largas y, como mucho, darnos un divertido galopito en una recta con pocas piedras.
Y puede serlo, pero no por su sencillez tiene menos valor, ya que los beneficios para la salud mental del caballo son indiscutibles: añade variedad a su rutina, se sumerge en su entorno más natural y avanza de una forma más lógica para él, sin constantes círculos de 20 metros, medias vueltas ni espaldas adentro. En resumen, se relaja.
No obstante, estas salidas fuera de pista son también una oportunidad excelente para reforzar el binomio y trabajar de una manera más holística. Por un lado, el caballo aprende a confiar en su jinete cuando se encuentra con algo que le genera desconfianza. Por otro lado, muchos de los ejercicios que hacemos en pista habitualmente se pueden ejecutar también en campo abierto, con la dificultad añadida que supone el trabajo en un terreno poco uniforme y con distintas inclinaciones. Además, sus articulaciones y cascos se benefician del trabajo en terreno variado.
El movimiento en campo mejora la propiocepción del caballo, que se ve obligado a salvar diferentes inclinaciones, pisar zonas blandas y duras, sortear raíces o incluso saltar ramas caídas. También permite aumentar su resistencia a los tres aires en caminos ondulantes que suben y bajan. Por último, los beneficios a nivel muscular no son nada desdeñables tampoco, pues es perfecto para fortalecer su tercio posterior en cuestas arriba y trabajar tanto el dorso como el core, que necesita activar para mantener un buen equilibrio e impulsarse ante las dificultades que le presenta el camino.
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