En el mundo hípico, la resiliencia y el compromiso son cualidades que nos definen. Un ejemplo perfecto de esto es el Caballo Mallorquín, una raza autóctona que ha estado al borde de la extinción durante décadas, pero que ahora muestra signos de resurgimiento gracias al esfuerzo incansable de diversas asociaciones y sus miembros.
Hace poco más de tres décadas, la situación era crítica para el Caballo Mallorquín. En 1988, apenas quedaban 27 ejemplares de esta raza en todo el mundo. Sin embargo, hoy en día, esa cifra ha aumentado a 340 gracias a la dedicación de individuos y grupos que se han unido en la lucha por su supervivencia. Entre estos defensores se encuentra la Asociación Española de Criadores y Propietarios de Caballos de Pura Raza Mallorquín, una entidad que ha tomado la responsabilidad de proteger y revitalizar esta raza única. Fundada en la década de los 90, la asociación ha crecido hasta contar con 44 miembros, todos unidos por una pasión común: garantizar el futuro del Caballo Mallorquín.
La reproducción es la columna vertebral de la supervivencia del Caballo Mallorquín, y en este frente, la Asociación ha demostrado un gran compromiso. Un banco de esperma congelado en nitrógeno se ha convertido en el recurso primordial para la conservación genética. Cuando un propietario tiene una yegua de calidad, se procede a la inseminación con el esperma almacenado. Este proceso garantiza la autenticidad y pureza de la raza, ya que cada animal registrado es sometido a rigurosos análisis sanguíneos.
Este año parece traer buenas noticias, con la perspectiva de 22 nuevos nacimientos.
La historia del Caballo Mallorquín es un reflejo de la evolución de las necesidades humanas y su relación con los equinos. En tiempos de avances mecánicos, la raza casi desapareció al dejar de ser «útil». Sin embargo, el resurgimiento actual demuestra el compromiso que se tiene actualmente con la raza y su prosperidad.
Fotografía de cavallmallorqui.es
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