Con un origen en el suroeste de Inglaterra, el poni Exmoor encarna la fortaleza y la adaptabilidad de una raza capaz de enfrentar climas adversos.
De estatura modesta —entre 1,14 y 1,25 metros—, este «pequeño caballo» conserva rasgos físicos únicos: un pelaje impermeable que lo protege de la lluvia y la nieve, párpados caídos que evitan que el agua entre en sus ojos y un diente extra que lo distingue de otros equinos.
Criados tradicionalmente en las tierras altas de Exmoor, estos ponis han desarrollado un temperamento de continua alerta.
Y es que, aunque son resistentes y capaces de transportar a un adulto durante una jornada de caza, guardan recelo hacia los perros. Ese instinto de evasión se remonta, posiblemente, a sus ancestros que convivieron con depredadores como los lobos, lo que generó una sensibilidad innata frente a los canes.
Por su parte, el carácter del poni Exmoor es firme e independiente. Los criadores valoran su equilibrio y energía, así como esa mezcla de rusticidad y funcionalidad que lo hace apto para labores ecuestres tradicionales, tanto en Inglaterra como en países como Canadá o Dinamarca.
Aún hoy, esta raza sigue siendo un símbolo de adaptación a condiciones exigentes y herencia genética preservada durante generaciones.

















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