María Ángeles Esteban es la responsable veterinaria del evento y lidera un equipo integrado por seis personas que velan por el bienestar y la salud de los 130 caballos que compiten durante cuatro días en el Real Club de Polo de Barcelona.
Los caballos pasan controles muy exhaustivos que tienen un objetivo claro: “Garantizar su bienestar tanto físico como emocional y asegurarse de que ningún caballo compita en condiciones que puedan poner en riesgo su salud”.
Se realiza una inspección de llegada, una inspección dinámica, hay controles antidopaje, servicio de urgencias médicas, control de dieta, revisiones clínicas y fisioterapia.
Detrás de los focos del CSIO Barcelona, más allá de la destreza de los jinetes, la emoción de los saltos y la elegancia de los caballos, hay un grupo de profesionales cuya labor es silenciosa pero esencial: el equipo veterinario. Ellos son los guardianes de la salud y el bienestar de los más de 130 caballos y yeguas que participan en esta competición en la que se citan los mejores del mundo. Bajo el mando de María Ángeles Esteban, un equipo formado por hasta seis expertos vela por garantizar el cuidado exhaustivo de los animales, desde que llegan a Barcelona procedentes de toda Europa tras largas horas de viaje hasta que concluye la competición.
“Hay un cuidado brutal por parte de los jinetes y de sus cuidadores”, sentencia María Ángeles. “Hay una conexión muy especial, incluso emocional, entre el jinete y el caballo y es lógico que se ocupen de él al máximo. Hay que estar atento a todos los detalles, no solo a las posibles lesiones o heridas sino también al aspecto emocional a fin de que no pase estrés o nervios”, explica.
Junto a otros dos compañeros, María Ángeles forma parte del equipo de tratamiento, que actúa como la primera línea de defensa frente a cualquier problema clínico. “Podemos encontrarnos de todo: desde caídas en la pista o choques con un obstáculo, hasta cólicos, fiebre o lesiones de tendones y ligamentos. Son problemas muy frecuentes en caballos de competición y hay que estar siempre preparados”, explica.
Bienestar físico y emocional
El dispositivo veterinario de un concurso de saltos suele dividirse en dos grupos complementarios. Por un lado, el equipo de tratamiento, encargado de las urgencias médicas. Por otro, los veterinarios de la Federación Ecuestre Internacional (FEI), cuya misión es distinta. “Ellos no tratan a los caballos. Su papel es velar por el bienestar general durante el concurso, hacer las inspecciones de llegada y asegurarse de que se cumplen todas las normativas de la FEI”, detalla María Ángeles. Aunque sus funciones no son idénticas, ambos equipos colaboran estrechamente.
La vigilancia comienza incluso antes de que los caballos pisen la pista. “En la inspección de llegada tomamos la temperatura y revisamos que no tengan secuelas del transporte. Algunos vienen de viajes largos, de 10 ó 12 horas en camión”. Después llega la inspección dinámica. “Hacemos trotar al caballo delante de los jueces para comprobar que no cojea y que no tenga signos de dolor ni de sangre. Solo si supera estas dos inspecciones puede competir. Si no, queda descartado”. Este doble control tiene un objetivo claro: garantizar que ningún caballo compita en condiciones que puedan poner en riesgo su salud.
Inspecciones durante todo el evento
Una vez que el concurso arranca, la labor no se detiene. Los veterinarios FEI se ocupan de supervisar que las normativas se cumplan en todo momento. Y una de ellas es la llamada “regla de la sangre”, que establece la eliminación inmediata de un caballo si presenta heridas visibles tras competir. “Es una norma pensada para proteger al animal. Si un caballo sale con sangre, se considera que puede haber sufrido un mal uso de espuelas o del filete, y se le retira de inmediato”, explica.
Por otra parte, los controles antidopaje forman parte habitual de la rutina. “Son aleatorios y muchas veces se hacen justo en el podio. Es una forma de garantizar que la competición es limpia y que el caballo no ha recibido sustancias prohibidas”, añade.
El bienestar del caballo va más allá de la ausencia de lesiones. “No se trata solo de que no cojee. Tiene que estar bien alimentado, en buena forma física y también mentalmente tranquilo, sin nervios ni estrés excesivo”, subraya María Ángeles. Ese nivel de cuidado requiere un trabajo continuado durante todo el año, no solo puntual. Aspectos como el control de la dieta, revisiones clínicas y fisioterapia son vitales. El control del equipo de veterinarios también incluye incluso aspectos del equipamiento. “Los comisarios revisan las vendas y los protectores para asegurarse de que no han causado daño durante la prueba. Y prácticas como el ‘barraje’, que consiste en asustar al caballo con la barra para que levante más las manos, están completamente prohibidas”, recuerda.

















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