Puede resultar sorprendente para algunos encontrar caballos de un solo ojo en centros de alto rendimiento o en competiciones, puesto que, en su naturaleza, los caballos son animales presa y biológicamente dependen de ambos ojos para percibir su entorno y sentirse seguros y tranquilos. Sin embargo, la pérdida de un ojo es una realidad que a muchos caballos les toca afrontar. Puede darse a consecuencia de heridas, infecciones o enfermedades oculares. Entonces… ¿Es posible que un caballo de deporte rinda al máximo sin una de sus vistas? La respuesta es un rotundo sí.

Según la normativa de la Real Federación Hípica Española (RFHE), un caballo puede participar en competiciones si ha perdido un ojo, siempre que no exista una condición que ponga en peligro su seguridad ni la de los demás caballos o jinetes. No obstante, debe ser evaluado por un veterinario para asegurarse de que la falta de visión no afecta su bienestar ni su rendimiento en competición.

En estos casos, encontramos binomios con un vínculo muy especial, ya que entre el jinete y el caballo debe existir una confianza mutua “a ciegas”. No podemos evitar recordar a Dalio, caballo que en múltiples temporadas compitió con Alejandro Asencio, quien hizo de una vida que pendía de un hilo un caballo de excelencia. Este binomio, tras mucho trabajo a sus espaldas, llegó destacar en competiciones internacionales, logrando así muy buenas medias e incluso clasificándose para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Ahora Dalio disfruta de una muy merecida jubilación con quien ha sido y será siempre su mayor compañero, Alejandro. “Lo cuidaré toda la vida. Es el más especial que he tenido”.

Como veis, los caballos con visibilidad reducida se definen por el grandísimo corazón que les caracteriza y por lo entregados que son a quien se compromete a entenderlos y cuidarlos. Su habilidad para adaptarse, junto con la dedicación de sus jinetes, prueba que el vínculo emocional, la confianza genuina y el amor pueden superar barreras que, a simple vista, parecen insuperables e incluso llegan a dejar, en el corazón de su jinete, una huella para toda la vida.

-Redacción por Adriana Lorite-