Cada año, nuestros caballos cambian su pelaje dos veces para hacer frente a los cambios en el clima. Así, en primavera inician la muda para quedarse con el pelo de verano, más cortito y fino, y en otoño empiezan a recuperar otra vez el tupido pelaje de invierno, que les ayudará a hacer frente a las bajas temperaturas y la humedad.
Este proceso natural, que a simple vista parece muy sencillo, pero en realidad requiere una gran cantidad de energía por parte del caballo. Si el caballo no está sano o tiene alguna deficiencia, pueden pasar dos cosas: que el pelo viejo tarde más en caer o que el pelo nuevo tarde más en crecer y aparezcan calvas. Esta es la razón de que un pelo de aspecto poco brillante o apagado sea sintomático de determinadas enfermedades equinas.
Dado el gran esfuerzo que supone para la piel del caballo la renovación completa del pelaje, es fundamental que el equino obtenga a través de la alimentación los nutrientes necesarios para hacerle frente durante los meses de muda.
Por esta razón, a veces notamos que nuestros caballos bajan un poco su rendimiento, están menos enérgicos cuando el pelo se encuentra en alguna de las fases de muda y debemos estar atentos para adaptar tanto su entrenamiento como su alimentación a su estado general.
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