Este síndrome, anteriormente conocido como Síndrome del Potro Frágil Tipo 1 en caballos de sangre templada, ha trascendido sus límites originales para manifestarse en una variedad distinta de razas. Surgió a la luz en 2018 en Estados Unidos y ahora se ha confirmado su presencia en purasangres, generando inquietud en la comunidad hípica internacional debido a su potencial propagación entre distintos linajes equinos.

Se trata de un trastorno genético heredado que afecta el tejido conectivo, evidenciado por una piel anormalmente fina y propensa a lesiones, así como membranas mucosas frágiles. Aunque es más frecuente en caballos de sangre templada, estudios han identificado portadores de este síndrome en razas como Pinto, Cuarto de Milla y Haflinger.

Las manifestaciones clínicas incluyen desde articulaciones extremadamente flexibles hasta partos prematuros. Los potros afectados, al nacer, presentan una fragilidad cutánea extrema y, en muchos casos, necesitan ser sacrificados debido a la escasa viabilidad que presenta esta afección, la cual carece de tratamiento efectivo.

La base genética de este síndrome implica que tanto caballos como yeguas pueden verse afectados, pero se requieren dos copias de la mutación para manifestar la enfermedad. A pesar de no mostrar síntomas, los portadores pueden transmitir la mutación, lo que ha impulsado a tomar pruebas genéticas para evitar la reproducción de este síndrome.

El manejo y control de esta condición son cruciales, ya que los potros recién nacidos afectados tienen un pronóstico sombrío y son sacrificados poco después de su nacimiento. La prevención de su propagación se ha vuelto una prioridad, dado el gran impacto que tiene en crianza equina a nivel mundial.